martes, 21 de enero de 2014

El infierno no está en el remordimiento, sino en el corazón vacío.

Yo no dije nada, no la besé, no la abracé. Salí aquel sábado del apartamento sin dar ningún portazo y me fui a dar una vuelta por el pueblo. No quería decir cosas de las que después me iba a arrepentir. Me senté en un banco algo escondido en un parque y me permití dejar caer alguna lágrima. En aquel momento yo intuía que ella no me quería, porque no podía dejarlo todo por mí y venir conmigo, a pesar de haber declarado que yo era el amor de su vida. Y no me enfadé, hubiera sido inútil ya que no habría nada que hacer...
Yo sabía que si la situación fuera al revés y ella me lo pidiera, yo lo dejaría todo: familia, amigos... Todo... Porque yo no entiendo el amor de otra forma...
Después de un par de horas de pensar en todo lo que habría hecho yo si estuviera en su lugar me cansé, y se me ocurrió pensar qué podría hacer yo estando en MI lugar: ¿Qué dejaría yo por ella? Yo no tenía la necesidad de alejarme de mi familia o amigos, de algún modo ya lo había hecho, pero yo aun así la amaba.
Volví a casa pero no había nadie... No pude decirle que la comprendía, ni siquiera pude pedirle una vez más que se quedara, ni siquiera pude llorar mientras la abrazaba en la despedida, ni siquiera pude hacer el amor con ella la última noche... No pude hacer nada. Cuando llegué al piso ella se había ido, y una carta muy breve, demasiado breve, ocupaba su lugar. La leí y la rompí.

jueves, 16 de enero de 2014

El olvido es una forma de libertad

Él debía partir, le había llegado la noticia. Esa que prometía tanto y que, para su desgracia, le haría separarse de ella, a menos que quisiera acompañarle...
Cuando el muchacho le contó que había conseguido la vacante estaban en su piso, era sábado por la noche. Ella se puso muy contenta, tras un beso en la mejilla casi maternal fue a por un par de copas y trajo consigo una botella de licor bien fría (casi como si la tuviera preparada para la ocasión). Él debió intuir la respuesta... A pesar de lo hermosa que era, aquel día no se había vestido de manera especial, ni se había maquillado como para dejarle sin aliento. Ella no estaba dispuesta a seducirle para hacerle difícil la decisión, ni a rogarle para que la retrasara. La verdad es que se querían... Él debería decidir y ella estaba allí para celebrar su logro y apoyarle. Nada menos y nada, nada más.
A pesar de todo él no pudo evitar la sorpresa, ni mucho menos el dolor. En algún lugar infantil dentro de esa cabeza él esperaba que ella saltara a sus brazos diciendo "Sí, vayámonos juntos". Pero eso nunca sucedió, quizás por esa forma de ser tan impredecible le dolió tanto su actitud. Sólo con recordar el momento se le hacía un nudo en la garganta y una punzada se habría paso en el estómago:
- ¿Sirve de algo pedir perdón?
- Siempre.
- Perdóname, el destino decidió unirnos, pero mi lugar está aquí, con todo lo que me importa: mis proyectos, mi familia, mi trabajo... Creo fielmente en la idea de que el amor es tan importante como la vida, y que no hay nada que se oponga a ello. Así que te pido, dale su oportunidad al destino.

En la vida, hay momentos donde todas las puertas se te cierran, situaciones en las que pensamos que ya no hay nada que hacer, que la catástrofe y el fracaso pesa irremediablemente en el destino. Y así, como era ella, tan única, tal y como llegó a mi vida, la vi marchar, y no pude hacer otra cosa salvo resignarme y, una vez más, confiar en el destino.

viernes, 10 de enero de 2014

- Hoy, mi plan era salir, beber, el rollo de siempre... pero ese rollo se ha adelantado y he llegado a casa bastante temprano, con una chica con la que he paseado y conversado a una temperatura más que agradable, y al llegar a casa hemos elevado algo esa temperatura, quizás fuera por el calor que desprendían las cenizas, por el humo que exhalábamos de nuestros pulmones, por esos besos que acabaron siendo piel con piel, o piel dentro de piel... y después, como antaño, acabamos viendo una película de esas que tampoco se acaban de ver del todo, hasta que ha sonado el teléfono bien entrada la noche, y yo me vestía mientras una voz enérgica gritaban palabras que me resultaban lejanas. De modo que nos hemos ido, y con las calles empapadas hemos cruzado una ciudad desierta y húmeda hasta su destino. Mi camino acaba y comienza aquí, ahora que ha vuelto a llover, y en la puerta de una casa a la que no quiero entrar me encuentro empapado pero sin frío, acalorado; me hierve el alma tanto que si pudiera mostrar las gotas de agua que me rodean se evaporarían antes siquiera de tocarme, pero siento que he de volver.
Mi habitación huele a ceniza y humo, mi garganta se resiente, me cambio de ropa y miro por última vez ese reflejo en el espejo, con la habitación desordenada de fondo. Comienza a llover fuera. Me encantan esas pequeñas gotas que suenan sobre mi persiana, como si alguien llamara desde fuera deseando que salga a la calle, a mojarme de nuevo y sentir la lluvia. Es suficiente, hoy muero un poco más tarde, o más temprano, según se mire...

lunes, 6 de enero de 2014

El loco - Khalil Gilbran

Me preguntáis como me volví loco. 
Así sucedió:
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, 
desperté de un profundo sueño
y descubrí que me habían robado todas
mis máscaras-Si; las siete máscaras
que yo mismo me había confeccionado,
y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de
gente, gritando:
-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme,
varias personas, llenas de espanto,
corrieron a refugiarse en sus casas.
Y cuando llegué a la plaza del mercado,
un joven, de pie en la azotea de su casa,
señalándome gritó:
-Miren! ¡Es un loco!
Alcé la cabeza para ver quién gritaba,
y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro,
y mi alma
se inflamó de amor al sol,
y ya no quise tener máscaras.
Y como si fuera presa de un trance, grité:
-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones
que me robaron mis máscaras!
Así fue que me convertí en un loco.
Y en mi locura he hallado libertad
y seguridad; la libertad de la soledad
y la seguridad de no ser comprendido,
pues quienes nos comprenden esclavizan
una parte de nuestro ser.
Pero no dejéis que me enorgullezca
demasiado de mi seguridad; ni siquiera
el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.
-Hoy, quise llegar a el mirador, hubo un tiempo que empecé a considerarlo así, "EL mirador", como si no fuera otro cualquiera, por todo lo que había simbolizado y por todo lo que me ha dado, bueno y malo. Y la verdad es que no sabía se atreverme a ir sólo así que me llevé cierta compañía muy divertida y aunque no hablamos nada me suele animar siempre, yo creo que por eso no llegamos a ir del todo. Salí de casa con esa nube melancólica que sobrevuela mi cabeza de vez en cuando y que curiosamente fue desapareciendo y llenándose con un poco de ánimo. Es curioso cuanto menos. A veces sólo tener una mirada que te observe de vez en cuando mientras caminas, que no se separe a penas de tí, y que le guste estar contigo es más que suficiente para animar un ratito, aunque no haya ni una sola palabra. Me gusta, me encariñé, ahora que casi me voy... y aun así estoy seguro que cuando vuelva vendrá corriendo a por mí, a saludarme a su manera, por mucho tiempo que pase... En fin, acabaremos yendo otro día allí, para jugar, para correr, para liberar el alma de vez en cuando, que uno parece que rejuvenece un poco cada vez que lo hace.
Realmente creo que a estas alturas me pone contento hasta salir con mi perro, así de tonto soy.

sábado, 4 de enero de 2014

Feliz y lujurioso año...

Aquellos que suelen compartir su vida conmigo, a menudo ocultos en las sombras y abochornados, saben que al llegar el fin de año suelo caer en una profunda melancolía, con oportunos momentos de lúcida euforia. En dicho momento llegan reflexiones audaces sin duda que retan a la razón:

Se dice que en estas fechas tan señaladas dicen que se produce el fin de una etapa... en fin, una patraña fantástica que muchos intentan unir con una renovación de la esperanza. ¿Porqué? Muy sencillo. El año nuevo nos permite el sutil y dulce engaño de que todas nuestras expectativas y proyectos pueden renovarse, que todo lo que dejamos pendiente puede realizarse en ese futuro que está en blanco. Me aventuro un poco más para hablar no solo de esos sueños, sino de cosas que no podemos definir, de el deseo inverosímil de que algo, aunque no se sepa bien el qué, cambie para mejor.
Pero esta mierda es todos los años igual, y ya algo ebrios y sin más compañía que la de una botellita de whisky barato, me doy cuenta que nada nuevo a pasado, ningún milagro ha ocurrido en nosotros ni, desgraciadamente, en la gente que odiamos, y la rutina empieza a devorarnos lentamente...
En definitiva, un día como cualquier otro, y no miento cuando digo que festejar lujuriosamente y alcoholizarse hasta confundir los labios de arriba con los de abajo no esta nada mal, pero tampoco conviene llegar al extremo de esperar milagros para el resto del año. Desde hoy, yo eludo cualquier planificación para este año 2014, a excepción de las que ya tenía, y brindo por esas personas que me condenaron y por las que aún me van a condenar y por la gente que me lee, que aunque no sean muchos, están tan locos como yo o lo estuvieron un día.