"Las palabras tienen algo especial. En manos expertas, manipuladas con destreza, nos convierten en sus prisioneros, se enredan en nuestros brazos como tela de araña y en cuanto estamos tan embelesados que no podemos movernos, nos perforan la piel, se infiltran en la sangre, adormecen el pensamiento. Y ya dentro de nosotros ejercen su magia"
lunes, 18 de febrero de 2013
Todos conocemos a alguien singular que es bueno para nosotros. Pero cuando has tenido unas cuantas relaciones empiezas a sospechar que no es la persona adecuada, sino que tiene puntos defectuosos. ¿A qué se debe? Pues a que tú mismo eres defectuoso en algún aspecto y buscas parejas que lo son en otros complementarios. Pero él o ella ocupan una parcela de tu vida para crecer plenamente dentro de tus propios defectos. Hasta que no tropiezas con tus demonios más profundos -tus problemas irresolubles- no sabes cómo eres realmente, que estás preparado para encontrar un compañero para toda la vida. Solo entonces sabes lo que estás buscando. Tú estás buscando una persona defectuosa. Pero no cualquier persona defectuosa, sino la persona defectuosa «correcta», esa que miras con amor y piensas: «Este es el problema y quiero que lo sea». Yo busco esa persona especial que es inadecuada para mí precisamente de la manera correcta.
El tiempo lo cura todo. Otra milonga. El tiempo no cura nada. O cura lo que ya no importa. El tiempo es precisamente lo que nos hiere.
Noches en vela. Apatía. Distracciones constantes. Pensar en lo que se dijo, en lo que se va a decir. En lo que se debería haber dicho. Mirar el horóscopo. El tuyo y el de él. Idealizarlo. Ver su rostro en cada rostro. Euforia. Bajones. Hablar sola. No comer. Beber en exceso. Vigilar el teléfono. Autocompadecerse. Hablar de tonterías. Írsete la bola. Pensar en lo que ella pensaría. En qué estará haciendo. Con quién. Llorar. Oír canciones tristes. Pensar en no pensar. Pensar en pensar en no pensar. No dormir. No vivir. Eso es lo normal en el desamor.
Aunque, en realidad, fue mucho peor. Mucho. Una profundidad peor.
Porque era el miedo.
Yo mataré monstruos por ti.
(Ignacio del Valle)
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