Un día, por casualidad, lo vuelves a ver, el que era tuyo, y ves que otra persona se ha atado a él, y piensas que no estará tan cómodo, que quizás sea demasiado alto para ese mástil o el mástil demasiado bonito para que esa persona pueda apreciarlo... pero ya no vale de nada, y puedes maldecir o gritar pero tienes que resignarte. Incluso en ese proceso empiezas a creer en que el mástil es algo vivo, que por mucho que pase, por mucho que haga, al final de su vida te estará esperando, tan bello e íntegro como es ahora. Y esperas y esperas... y ves a la gente atados con sus mástiles, y esperas... pero nunca pasa nada.
A veces tomamos un mal momento de un día normal y lo arrastramos todo el día, acabamos diciendo que ha sido un día pésimo. A veces... la vida se vuelve macabra, y nos empeñamos en creer que el tiempo que transcurre es una sucesión de horribles momentos y que no merece la pena, a veces hay momentos que uno desearía irse del mundo, o al menos poder olvidar (tan fácil como en la película "olvídate de mi"). Realmente yo en este momento no tendría ningún inconveniente en morirme, pero yo tengo que vivir, lo más íntegramente que se pueda, al menos en la compañía de uno mismo, a la espera de ese mástil que tanto ansiamos que vuelva, y aunque sepamos que no volverá, necesitamos creerlo.
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