viernes, 23 de mayo de 2014

Es un privilegio alcanzar a ser uno mismo

Después de dos meses de vivir y trabajar aquí tengo la sensación de que he comenzado a tranquilizarme, al menos respecto a las cuestiones del día a día. La rutina, no la que agobia, sino esa que permite que nos sintamos parte de un sitio conocido y que no vivamos en continuo estado de sorpresa, empieza a aparecer.
Me he acostumbrado al bacalhau, los pasteles de Belém, las caipirinhas, a los shot´s de cada fin de semana y a repetir tudo bem como si jamás hubiera hecho algo distinto en mi vida.
Tal vez fuera por mi enorme deseo de desaparecer del mundo que ya conocía y adaptarme a un medio distinto, que me volví una esponja, o quizás como ayuda para olvidar tiempos pasados, o simplemente como cambio trascendental.
Recuerdo aquella noche con mi billete en la mano cuando me despedía de los que me querían; si al partir había sentido que daba un salto al abismo y me quedaba sin raíces, al llegar empecé a intuir que me sentía cómodo, y que incluso no necesitaba esas raíces. Aquí la gente establece relaciones absolutamente presentes, que en todo caso pueden llegar a extenderse en el futuro, pero nunca arrastran el pasado, por bueno o malo que sea.
El día que empezaron a preguntarme si realmente era español supe que algo había cambiado no sólo para mí, sino también para los que me conocen. Creo que he sacrificado demasiadas cosas que he amado y me han importado con el fin de viajar y descubrir, no solo el mundo, sino a mí mismo. Puede que éste sea mi lugar y que no tenga que volver nunca, o también puede que ya haya terminado mi tiempo aquí y haya que volar a otro sitio lejos de lo ya conocido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario