lunes, 4 de noviembre de 2013

-Hoy, recuerdo aquellos buenos tiempos cuando soñábamos cosas imposibles. Con 17 años soñaba con irme de mochilero a Málaga, Cádiz, Portugal... a cualquier sitio en la costa, y una vez allí pedir trabajo en algún barco (aunque fuera limpiando platos), y viajar a Brasil o a cualquier lado más allá del océano, y seguir caminando sin parar, porque allí donde tuviera mis pies, ése sería mi país, y viviría plenamente, en el máximo esplendor del significado de la palabra... un sueño prácticamente imposible para un muchacho de 17 años sin muchos recursos. Pero, ¿qué ha cambiado desde entonces?
Ojalá no existieran esos sueños, ojalá pudiéramos realizar cualquier cosa que nos propusiéramos, ¿a que sería perfecto? (¿Porqué existirá la palabra perfección si ésta es imposible?)

Ojalá pudiéramos vivir orgullosos donde tuviéramos los pies,
y llorar alegría o llorar tristeza,
y sentir con el alma una última vez...
sentir que todo es posible.

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