Todos los días, en la intersección de la Rua Santa Marta con
la Avda. Liberdade, en la misma esquina cada día se coloca un pequeño puesto
ambulante donde una simpática anciana vende, entre otras cosas, fresas a los
viandantes. Y todos los días yo paso trajeado por delante para ir a trabajar, y
me fijo en esas grandes y rojas fresas a la vez que mi boca empieza a crear
saliva. Pero todos los días, cuando acabo de trabajar, esa anciana ya se ha ido
y esa esquina está vacía, ya no hay fresas ni personas comprando, y para mí ese
pedacito de calle se vuelve un poco más gris.
Hoy me apetecen más que nunca esas fresas, para mezclarlas
con un par de ingredientes y un ratito en la nevera, y compartirlas con algún
que otro individuo extranjero que de vez en cuando, como un fantasma, aparece
por aquí por casa…
Es extraño, parece que ya viví esto antes…
No hay comentarios:
Publicar un comentario