martes, 20 de mayo de 2014

Entre ventanas y contraventanas

En mi habitación existe un microclima, sí. Está lloviendo fuera, caen esas pequeñas lágrimas frías del cielo que me recuerdan siempre a ti, las veo caer gota a gota desde la farola que emana esa luz amarilla justo en frente de mi ventana. Y dentro la calidez me inunda, la madera del suelo, de la puerta, de los muebles está caliente debido al cielo azul y al sol de mediodía, bonita combinación por supuesto. Pero existe un pequeño espacio entre las cristalinas ventanas y las contraventanas de madera donde no se está ni tan cálido ni tan frío, y ése lugar, oh dios, es perfecto para escuchar el mágico sonido que proporciona la lluvia cayendo sobre mi ventana. No sé cómo me llegó a gustar tanto ese sonido, no alcanzo a recordarlo, pero ahí lo tengo y me apena que pueda parar o aminorar. Supongo que la lluvia permite que aflore en mi interior un estado de melancolía diferente, no triste ni taciturna, sino simplemente un ensimismamiento que me proporciona una simple sonrisa extraña y muchos recuerdos, del pasado e incluso del  futuro.

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